INTELIGENCIAS MULTIPLES


INTELIGENCIAS MULTIPLES
Howard Gardner
Universidad de Harvard
Se define mejor a los seres humanos diciendo que tienen ocho, quizá nueve, tipos de inteligencia, incluyendo la musical, la espacial y la cinestésica que diciendo que sólo tienen una inteligencia definida por el CI.

Como psicólogo, me quedé sorprendido por el enorme interés del público en La Curva de la campana, el libro de 1994 sobre inteligencia humana escrito por el psicólogo de la Universidad de Harvard, Richard J. Hernstein, y el analista político, Charles Murray. La mayoría de las ideas del libro resultan familiares no sólo a los científicos sociales, sino también al público en general. En efecto, Arthur R. Jensen, psicólogo educativo de la Universidad de California en Berkley, al igual que Hernstein, había divulgado las mismas ideas a finales de los sesenta y principios de los setenta. Quizá, pensé, cada 25 años, una nueva generación de americanos desea conocer “la ortodoxia psicológica” sobre la inteligencia- a saber, que hay una única inteligencia general, a menudo denominada “g”, que se refleja en un cociente de inteligencia individual o CI.

Este concepto contrasta con mi propia visión desarrollada a lo largo de las décadas pasadas de que la inteligencia humana abarca un conjunto de competencias mucho más amplio, más universal. Actualmente pienso que hay ocho inteligencias, y puede haber más. Incluye lo que se considera tradicionalmente como inteligencias, es decir, las habilidades lingüísticas y lógico-matemáticas, pero también algunas que no son convencionalmente consideradas como tales, por ejemplo las capacidades musicales y espaciales. Esas inteligencias, que no siempre se descubren con pruebas de papel y lápiz, pueden servir como base para diseñar métodos educativos más efectivos.

Las ocho inteligencias
Equipado con estos criterios, consideré muchas capacidades, desde aquellas que están basadas en los sentidos a aquellas que tienen que ver con la planificación, el humor e incluso la sexualidad. En la medida en que una habilidad candidata satisfacía convenientemente todos o la mayoría de los criterios, ganaba credibilidad como inteligencia. En 1983 concluí que siete habilidades satisfacían estos criterios de modo razonable: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, corporal-quinestésica (como se ejemplificó con los atletas, bailarines y otros actores físicos), interpersonal (la habilidad para captar los estados de ánimo de los otros, las motivaciones y otros estados mentales), e intrapersonal (la habilidad para acceder a los sentimientos de uno mismo y recurrir a ellos para guiar el comportamiento).

Las dos últimas juntas pueden considerarse como la base de la inteligencia emocional (aunque en mi versión se centran más en la cognición y el conocimiento que en los sentimientos). La mayoría de las medidas estandarizadas de la inteligencia evalúan principalmente las inteligencias lingüística y lógica; algunas miden la inteligencia espacial. Las otras cuatro se ignoran casi por completo.

En 1995, recogiendo nuevos datos que se ajustan a los criterios, añadí una octava inteligencia- la del naturalista, que permite el reconocimiento y categorización de objetos naturales. Ejemplos de ella son Darwin, Audubon y Carson. Actualmente considero la posibilidad de una novena: la inteligencia existencial, que refleja la tendencia humana a plantear y debatir cuestiones existenciales sobre la vida, la muerte o la finitud. Pensadores religiosos y políticos, tales como Dalai Lama y Kierkegaard, ejemplifican este tipo de habilidad. Que la inteligencia existencial se incorpore al santuario interior depende de si se acumulan pruebas razonables para ello de carácter neural.

La teoría de las inteligencias múltiples (o teoría IM, como ha llegado a ser denominada) tiene dos postulados fuertes. El primero es que todos los seres humanos poseen todas esas inteligencias; en efecto, todos ellos pueden representar colectivamente una definición del Homo sapiens, cognitivamente hablando. El segundo postulado es que así como todos nosotros nos vemos diferentes y tenemos personalidades y temperamentos diferentes, también tenemos diferentes perfiles de inteligencia. No hay dos individuos, ni siquiera dos gemelos idénticos o clones que tengan exactamente la misma combinación de perfiles, con las mismas fuerzas y debilidades. Incluso en el caso de herencia genética idéntica, los individuos pasan por experiencias diferentes e intentan distinguir sus perfiles uno del otro.
Dentro de la psicología, la teoría de las inteligencias múltiples ha generado controversia.

Muchos investigadores están nerviosos ante la corriente de alejamiento de los tests estandarizados y la adopción de un conjunto de criterios que resultan poco familiares y menos abiertos a la cuantificación. Muchos se resisten también al uso de la palabra “inteligencia” para describir algunas de las habilidades, prefiriendo definir la inteligencia musical o corporal-quinestésica como talentos. Una definición tan limitada, sin embargo, devalúa esas capacidades, de modo que los directores de orquesta y los bailarines son talentosos pero no inteligentes. Bajo mi punto de pista, podría ser correcto llamar talentos a esas habilidades a condición de que a la facilidad de razonamiento lógico y lingüístico se les denominara también talentos.

Algunos han planteado la cuestión de si la teoría IM es empírica. Esta crítica, sin embargo, olvida su rasgo más distintivo. La teoría IM está basada completamente en la evidencia empírica. Tanto el número de inteligencias, como su configuración, o los subcomponentes pueden cambiar en función de nuevos hallazgos. De hecho, la existencia de la inteligencia naturalista pudo ser confirmada sólo después de haber acumulado evidencia suficiente de que partes del lóbulo temporal están dedicadas a nombrar y reconocer cosas de la naturaleza, mientras que otras están especializadas en objetos hechos por los seres humanos. Buena parte de la evidencia de una fundamentación neural tiene su origen en la literatura clínica, que aporta ejemplos en los que individuos con daño cerebral pierden la capacidad para identificar cosas vivas pero pueden todavía nombrar objetos inanimados. Hallazgos experimentales de Damasio, de la Universidad de Iowa, Warrington, del Grupo de Investigación sobre Demencia del Hospital Nacional de Londres, y otros han confirmado el fenómeno.

Gran parte de las pruebas en favor de las inteligencias (intra o inter) personales viene de las investigaciones llevadas a cabo en la década pasada sobre la inteligencia emocional y sobre el desarrollo en los niños de una “teoría de la mente”, - la constatación de que los seres humanos tienen intenciones y actúan sobre la base de esas intenciones. Y el intrigante hallazgo de Rauscher, de la Universidad de Wisconsin–Oshkrosh y sus colegas, del “efecto Mozart”, según el cual las experiencias musicales tempranas podrían mejorar las capacidades espaciales, plantea la posibilidad de que la inteligencia musical y la espacial compartan habilidades comunes.

Merece la pena destacar también que el movimiento de las inteligencias múltiples es bastante consistente con algunas tendencias en ciencias estrechamente relacionadas. La neurociencia reconoce la naturaleza modular de la mente; la psicología evolutiva está basada en la idea de que diferentes capacidades se han desarrollado en ambientes específicos con propósitos específicos; y la inteligencia artificial adopta de manera creciente sistemas expertos en vez de mecanismos generales de resolución de problemas. Dentro de la ciencia, los que creen en un único CI o inteligencia general están cada vez más aislados, y es más probable que sus posiciones sean acogidas por aquellos que, como Hernstein y Murray, tienen un hacha ideológica que empuñar.

Aunque algunos psicólogos expresaron su escepticismo sobre la teoría de las inteligencias múltiples, los educadores de todo el mundo la han aceptado. La teoría IM no sólo encaja con sus intuiciones de que los niños son inteligentes de formas distintas, sino que también alberga la esperanza de ayudar a más estudiantes de modo más efectivo si sus formas preferidas de pensar son tenidas en cuenta en el currículo, en la instrucción y en la evaluación. Una industria de artesanía virtual ha surgido con la idea de crear escuelas, clases, currículos, tests, o sistemas informáticos IM. La mayor parte de este trabajo es bienintencionado, y algunas cosas han resultado bastante efectivas para motivar a los estudiantes y darles un sentido de participación en la vida intelectual.

Sin embargo, han surgido algunas interpretaciones falsas, por ejemplo, que todos los temas deberían ser enseñados de siete u ocho maneras diferentes, o que el propósito de la escuela es identificar (y dar a conocer) las inteligencias de los estudiantes, posiblemente administrando ocho nuevos tests estandarizados. He empezado a criticar algunas de esas creencias y prácticas menos convenientes.

Mi conclusión es que resulta mejor considerar la teoría IM como una herramienta que considerarla como un objetivo educativo. Los educadores necesitan determinar, junto con sus comunidades, los objetivos que están buscando. Una vez que esos objetivos han sido articulados, la teoría IM puede proporcionarles un apoyo poderoso. Yo creo que las escuelas deberían esforzarse por educar personas con rasgos específicos: ciudadanos responsables, sensibles a las artes, profundamente centrados en las materias escolares. Y las escuelas deberían investigar los temas clave con suficiente profundidad como para que los alumnos salieran con un conocimiento comprensivo de ellos. Enfoques curricular y de evaluación fundamentados en la teoría IM, como el Proyecto Spectrum, en la escuela infantil Eliot-Pearson de la Universidad de Tufts, han demostrado que son prometedores para ayudar a las escuelas a lograr esos objetivos.
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